lunes, 9 de abril de 2012

Soñando sueño

...sueños? qué sueños!
deborándome va el camino
que se supone me ha de llevar a ellos.
Ya no sé ni por dónde va, si es que va....
quizás viene, porque ha de venir...
Las lindes se han desdibujado
de tanto entrar y salir pisando por encima.
El fondo es borroso con tanto charco.
Y ellos? ... dónde están ellos?
dónde están los peces de colores que solían nadar por aquí?
ya nada es como antes y nadie sabe por qué.
Ya nada volverá a ser igual y yo solo sé que me duele.
Ya nada significada nada....
aunque digan que es mejor así.

sábado, 7 de abril de 2012

Malvinas Argentinas


(publicado en Facebook el 2 de Abril de 2012) Un día como hoy de hace exactamente treinta años una noticia interrumpía las clases en los colegios e institutos de Argentina y conmocionaba a todo el país. Tropas argentinas habían desembarcado en las Islas Malvinas. Era viernes y la noticia era la excusa perfecta para terminar anticipadamente la semana de clases. Con mis compañeros de 5º año del Colegio Nacional salimos a festejar por las calles de San Juan. Festejábamos la recuperación de parte del territorio nacional, festejábamos el haber salido antes de clases y festejábamos por festejar, porque las alegrías eran escasas en aquellos días.

No sabíamos, o al menos yo, a mis dieciséis años, no sabía que todo aquello era el manotazo de ahogado de la dictadura militar que nos gobernaba, intentando ganarse el apoyo del pueblo con, acaso, el único tema en el que no había discusión: las Malvinas. Ganar la guerra que vino después o recuperar las islas sin tener que luchar hubiera significado un logro que años de diplomacia no habían conseguido y la confirmación en el poder de los mayores represores que nuestra historia nacional recuerda.

La historia posterior es conocida. La rendición de las armas a pocas semanas de la llegada de los ingleses sentenció el final del gobierno militar, la vuelta a la democracia, el final del servicio militar obligatorio y muchas cosas más.

La aventura de unos pocos asesinos que ostentaban el poder costó la vida de jóvenes argentinos, muchos de ellos casi niños, mal equipados y sin instrucción militar y condenó a miles de familias a una dolorosa pérdida, usando fraudulentamente el hecho real e indiscutible de que Las Malvinas… son argentinas!!

sábado, 31 de marzo de 2012

Un mundo extraño (cualquier semejanza con la ley antitabaco es absolutamente intencional)


Ayer soñé con un mundo extraño. Muchos de sus habitantes tomaban una pastilla para no tener pesadillas. Los que nunca la habían tomado no sabían qué era una pesadilla y se quejaban del olor que despedía la pastilla al ser ingerida. Los que la tomaban se quejaban de las quejas de los anti-pastilla y reivindicaban su derecho a tener una vida libre de pesadillas. Las autoridades, presionadas por los anti-pastilla, improvisaban leyes para limitar su consumo, mientras eran tildados de hipócritas por los pastilleros. Los fabricantes de pastillas pagaban elevados impuestos pero nunca se quejaban.

Hoy soñé otra vez con el mundo extraño. Ya nadie tiene pesadillas. Los fabricantes no fabrican pastillas sino chicles. Dejaron de fabricarlas dos años antes de que apareciera un mal mucho peor que las pesadillas: La gente se queda dormida instantáneamente mientras camina, conduce o trabaja y sólo los chicles parecen evitarlo. No existen los anti-chicle porque todos padecen el nuevo mal. Las autoridades incentivan el consumo de chicles contra el sueño. Los fabricantes, que ahora pagan ínfimos impuestos, reclaman mejores condiciones y suben los precios de los chicles todas las semanas.

domingo, 25 de marzo de 2012

Tiempo muerto

Es curioso. Estamos en otoño y parece primavera...

Resulta sorprendente comprobar que, el aroma de las hojas secas, recuerda más al de unas sábanas limpias recién puestas, que al de un húmedo cuarto abandonado por el alma de un anciano enfermo.

Y es que, el verano extinguió con su calor, las penas del árbol abatido por un pasado que creía mejor. Y lo hizo con su mejor vacuna: tiempo muerto.

Porque en agosto todo se para, hasta el tren de la esperanza…

Pero aún así, sola, empapada en lágrimas de sudor amargo, allí, en aquella estación de las ideas muertas, el sol recogía mi tristeza todas las mañanas y permanecía a mi lado todo el día, solemne y fiel, casi sin hablarme.

¡Qué sabio es el sol!

Él sabía que no necesitaba sus consejos pero, su silencio, me alumbraba.

Me seguía a todas partes y me tendía sus brazos ardientes cuando lo necesitaba, retirándose sólo cuando me sabía bien acompañada por sus cómplices, las estrellas.

Ellas siempre estaban dispuestas a sacarme una sonrisa jugando al escondite.

¡Qué divertidas son estas estrellas!

A veces, también ella asomaba por allí, con su tez blanca y mirada sonriente, regalándome serenidad y ternura con su suave compañía. A ella es a quien siempre le contaba mis confidencias, porque escucha paciente siempre, y es imparcial, si opina; por algo es la madre de todas las criaturas.

¡Qué gran mujer es la luna!

La que aparecía cuando menos lo esperaba, era Soledad. Al principio no fue bien recibida, pero antes de que me quisiera dar cuenta, ya era una amiga. De esas que una hoy ya no recuerda si la eligió o se dejó elegir, pero una amiga incondicional al fin y al cabo. Reconozco que, hoy por hoy, es imprescindible en mi vida. Eso no es bueno, lo sé... pero a veces se lo digo y me deja a mi libre albedrío.

¡Qué comprensiva es mi Soledad!

Y, así, fue pasando el tiempo muerto hasta que, de pronto, una mañana recibí al sol con una gran sonrisa. Ese día, no sé quién de los dos estaba más feliz. Supongo que yo porque, a pesar de que sabía que pronto se iría, su rostro reflejaba el final del tiempo muerto y, en breve, la vida retomaría el movimiento habitual, y con él, nuevas paradas se abrirían en mi camino. Y al final del recorrido, nos volveríamos a ver.

Es curioso... parece primavera.

Huele más que nunca a azahar… y me parece ver al sol en cada esquina…

Escucho cánticos de pájaros alborotados… y las noches son más cortas, a pesar de que me cuesta conciliar el sueño…

Hasta siento mariposas revoloteando a mi alrededor! como cuando un nuevo amor llama a la puerta…?

¡Qué curioso! ¡Si ya es primavera!

@ Inovo 2009

viernes, 23 de marzo de 2012

Noche de Bondi


El Turco me batió la posta en el bondi. Pleno Julio, un ofri de cagarse. Yo estaba sin torrar y el mate me daba vueltas. El caso es que la yuta le cayó al bulo y se armó un quilombo terrible. Rajemos que viene la cana, dijo el trolo del quinto. El colectivero junaba y paraba la oreja. Si sólo estamos de timba, decía Rómulo, haciéndose el boludo. Un tachero rajó una puteada y distrajo al Turco un instante. Sí, y yo soy Heidi, contestó un botón con pilcha de la Federal y zapán de la Bonaerense. Mientras el trolo le lloraba la carta a un cana más jovato, Rómulo y el Turco se chamuyaban a Heidi a ver si zafaban. Entonces subió ella. Un Sarmiento y dos Rosas costó el fato aquel. Meneó la cabeza, como en la propaganda de Sedal. A mí me pareció en cámara lenta. Mejor que dormir a la sombra, reflexionó Rómulo. Me olvidé del Turco, de la cana y de la mar en coche. Un frenazo y otra puteada, ahora de un curda con un pedo tísico. Estaba divina, hasta del dolor de sabiola me olvidé. No sé si fue el Fernet, la visión analgésica o la noche sin torrar, pero apolillé el resto del viaje. Llegamos, dijo el Turco. No la volví a ver, pero no pierdo la esperanza. Ya en la vereda, mis pies eran dos cubos de hielo dentro de los mocasines. Chau loco, nos vemos, fue lo último que escuché. Qué frío de mierda, fue lo último que pensé.


- batir la posta (o batir la justa): Contar algo como realmente sucedió, confesar algo
- bondi, colectivo: autobús
- ofri: frío (en el lunfardo argentino se invierten las sílabas en algunas palabras como en feca por café)
- torrar: dormir
- el mate me daba vueltas: me dolía la cabeza, otras palabras para cabeza son marula, testa, capocha, capocheta, balero
- yuta. policía
- cana: policía, agente de policía
- bulo, bulín: apartamento, habitación, a veces secreto y destinado a citas amorosas o negocios turbios
- quilombo: lío, desorden, ruido excesivo
- rajemos que viene la cana: nos piremos que viene la policía
- trolo: maricón
- colectivero: conductor de autobús
- junaba: miraba
- paraba la oreja: trataba de escuchar
- timba: reunión para jugar a las cartas, sitio para dicha reunión
- tachero: taxista (conductor de un tacho)
- rajó una puteada: insultó
- botón: alcahuete, agente de policía
- pilcha: ropa
- la Federal: policía de la Capital Federal (más profesional, mejor vestidos y preparados)
- la Bonaerense: policía de la Provincia de Buenos Aires (más corrupta!!)
- zapán: panza, barriga
- llorar la carta: rogar, pedir, implorar, quejarse
- jovato: viejo
- chamuyar o chamullar: hablar, convencer, mentir, engañar. También se usa "hacer el verso" o "hacer la parla"
- zafar: salvarse de una situación peligrosa o desagradable
- Un Sarmiento y dos Rosas: 90 pesos argentinos (Domingo F. Sarmiento está en el billete de 50 y Juan Manuel de Rosas en el de 20)
- fato: hecho, suceso
- Sedal: conocida marca de champú argentino
- dormir a la sombra: pasar la noche en el calabozo
- curda: borracho, borrachera
- pedo tísico: gran borrachera
- apolillar o apoliyar: dormir
- vereda: acera

lunes, 5 de marzo de 2012

Por qué la gente hace esas cosas


A mitad del relato me volví hacia mi derecha buscando en la cara de Pedro el indicio de que Quique estaba de broma. Nada, la cosa iba en serio. En ese momento llegó Carlos. Apenas hizo un gesto a modo de saludo y se sentó en silencio para no interrumpir. 

Carlos era gallina, lo hizo hincha de River un tío suyo que vivía en Núñez y lo llevaba a la cancha todos los domingos. Su padre era bostero, pero no muy futbolero, así que Carlos era el único gallina conocido en varias cuadras a la redonda, en pleno barrio de La Boca.

Todos sabían lo sucedido, hasta Pepe, que cinco minutos más tarde servía el pedido que nadie le había hecho, pero sabía de memoria: cortado, submarino, café con leche y cortado, siempre comenzando por mí y terminando por Quique, a mi izquierda. Y esto ¿desde cuándo se sabe? pregunté. Me lo dijo ayer la piba del kiosco, contestó Pedro sin mirarme, mientras metía la barra de chocolate en la leche caliente, la hija de Antonio ¿sabés cuál? la rubita que está a veces… sí sí, ya sé, pero… ¿cómo puede ser? Nos quedamos en silencio, cerré los ojos y así estuve unos segundos, con las manos a los lados de la cabeza y los codos sobre la mesa.

Quique laburaba en el Banco Nación y siempre vestía muy bien. Él decía que era por su trabajo, pero vestía bien hasta para ir a la cancha el domingo, o el sábado, ahora que Huracán estaba otra vez en la B. Siempre pilcha de marca y siempre rematada con el escudito del globo del que era fanático “manque pierda” decía, imitando la voz ronca de Pepe

¿Y ahora qué hacemos? pregunté. Nadie contestó. Volví a cerrar lo ojos y enumeré mentalmente los sonidos que llegaban a mis oídos en un juego tonto al que caía compulsivamente. Cucharitas de café, platos, la jugada polémica de la semana, coches arrancando en el semáforo, Pepe bromeando sobre Boca, que no daba pie con bola y el vaso de Pedro rompiéndose en mil pedazos en el suelo.

Pedro y su hermana Sandra vivían a dos cuadras del café, en la casa que le habían dejado sus viejos. Una casona inmensa, con un jardín más grande que la plaza del barrio y que les costaba un presupuesto mantener. No te quejés, le decía Quique en broma, alquilalo por horas a parejas y te llenás de guita.

Podemos hacer como que no sabemos nada, aventuró Quique. La rubita del kiosco sabe que yo lo sé, o sea que lo sabe todo el barrio, dijo Pedro. Habrá que poner el pecho a las balas, dijo Carlos, pero no se lo creyó ni él mismo. Algo había que hacer y no teníamos mucho tiempo.

Yo estaba pasando un buen momento, en el laburo me habían dado el puesto de Peretti, que ahora era director comercial y estaba más tranquilo y con mejor sueldo. Ya casi no pensaba en Laura y me encontraba animado y con ganas de hacer cosas nuevas. Quizás un nuevo amor, alguien que me diera vuelta la cabeza.

Entró la hermana de Pedro más o menos a la misma hora de siempre. Trabajaba en la financiera de enfrente y su jefe la mandaba a buscar café. Iba vestida con el uniforme que el viejo le hacía poner, blusa blanca y chaqueta y minifalda verde limón… verde como el viejo. Esta vez no se produjo la incomodidad de todos los días, cuando entraba Sandra, porque estábamos demasiado preocupados. Pedro la saludó no muy efusivamente, con la mano y Quique no hizo ninguna broma. En circunstancias normales le hubiera repetido a Pedro su chiste gastado de que cómo era que su hermana estuviera tan buena, siendo él tan feo.

A Carlos le sonó el celular en el bolsillo, o le vibró, porque nadie escuchó nada. Se puso de pie y estuvo hablando unos diez minutos cerca de la puerta que daba a la avenida. Cuando volvió a sentarse Pedro nos leía en voz alta un artículo del Clarín sobre los disturbios en la cancha de Racing. Yo miré de reojo a Quique que elevó levemente las cejas inquisitoriamente, a lo que Carlos contestó guiñando un ojo. A un jugador de truco no se le escapan esas señas y se hubiera dicho que Quique tenía el as de espadas y Carlos el de bastos.

Pepe había puesto las sillas patas arriba sobre las mesas y barría el local. Éramos los últimos en el café y yo pensaba que en unos minutos debía volver a la realidad, más allá de la puerta vaivén. Yo había salido de situaciones peores y sabía que de algún modo saldríamos de ésta, pero todavía no sabía cómo. Y me preguntaba ¿por qué la gente hace esas cosas?

Las dos hojas de la puerta que nos separaban de la realidad exterior se abrieron bruscamente y una dio contra unas sillas que Pepe había apilado, desparramándolas por el suelo. Entraron dos canas de la Federal y uno de ellos nos dijo que estábamos arrestados y que los tendríamos que acompañar a la comisaría. Yo empecé a decir que estábamos en Avellaneda, que eso no era jurisdicción federal y que... Carlos me pisó el pie y yo dejé la frase sin terminar.

Durante los tres días de arresto Quique y Carlos se mostraron tranquilos, Pedro estaba preocupado por Sandra, porque no nos habían dejado llamar por teléfono, ni derecho a un abogado, ni todo lo que diga podrá ser usado en su contra. Eso era un cuento chino que sólo ocurría en las series yanquis. No nos acusaron de nada y nos trataron bien. No supe nada más ni volvimos a tocar el tema en el café, pero esos días a la sombra nos trajeron la salvación que yo no había sabido encontrar.

Hoy Sandra escuchó el chiste gastado de Quique y se dio vuelta hacia la mesa para sonreír. Noté que me miró. Le llamaré desde casa. Pedro llega más tarde porque es viernes y se da una vuelta por la milonga. Con un poco de suerte salimos esta noche y lleva una minifalda tan corta como la verde limón.